Hoy cumplo cuarenta años.
El día amanece, como tantos, en un desperezo de niebla y humedad. Amenaza ser uno más, en una Argentina convulsionada y errante, que en cuarenta años insiste en no mejorar demasiado. Cuarenta años, que no son muchos, pero no son tan pocos.
Me levanto, miro por la ventana que todavía no ha amanecido y me prometo a mí mismo no reflexionar demasiado. Los balances al carajo, me digo. Lo que hice o dejé de hacer, no me importa ni a mí. Si ni siquiera a mi me interesa mi vida privada.
Pero hoy cumplo cuarenta…
Me resisto en mirar el espejo en busca de arrugas, y salgo, del baño y de casa rumbo a mi rutina cotidiana. Claro que tengo que sortear autopistas cortadas, paros de subtes, campañas testimoniales (¡Cómo me gusta la palabra “testimonial”!), el partido Barcelona-Manchester, todo por el trabajo.
El trabajo a los cuarenta… no vamos a hacer balances, eso si que no, pero… ¿no es hora de hacer un balance al menos respecto del trabajo.
No, me digo. Eso si que no. Lo único que falta… Después de todo, soy lo que quise ser. Hice lo que quise hacer. Sin balances, pero está bastante bien…
Si, claro, vuelvo a decirme, pero… ¿no falta nada? Nada.
-¿Nada? -mi otro yo me interrumpe los pensamientos-. ¿Seguro que nada?
-Nada -insisto convencido, casi enfático, mientras camino hacia la oficina.
Porque hace tiempo (me duele admitir que hace tanto tiempo) me propuse ser más o menos lo que soy. Y cumplí conmigo mismo.
-¿Estamos seguros? -mi otro yo me interrumpe una vez más.
-Claro que estamos seguros. Y vos lo sabés mejor que nadie.
-Hmm.
-¿Qué significa es hmm?
-Que si yo lo supiera no te interrumpiría.
Eso es discutible, porque mi otro yo siempre interrumpe. Siente culpa cuando no debería, recuerda lo que yo quiero olvidar, y añora cosas que ni siquiera me permito considerar. Pero todo eso no viene al caso. Prefiero seguir con mis pensamientos.
-¡Ahí tenés!
Ufff. Mejor atender al molesto porque sino no avanzo más.
-¿Qué queda pendiente?
-Vos sabés… -dice mirando para otro lado.
Ahora que tiene toda la atención se hace rogar.
-Dale, hablá.
-Está ese temita…
-¿Cuál temita?
-El del periodismo… -dice y larga una carcajada malévola.
Periodista. Tiene razón. Siempre quise ser periodista. Pero ya es tarde, me digo con cierta tristeza. Todo no se puede.
Retratar el mundo, lanzar el mensaje, delinear la época. Me hubiera gustado todo eso. Pero es tarde.
-¿Tarde? -me digo.
-Es tarde -me contesta mi otro yo-, y los dos lo sabemos.
-¿Por qué tarde?
-Y… -se apresura a contestar el cretino-, ¿te imaginás ahora, a los cuarenta, buscando trabajo en un diario? ¿Cómo sería la entrevista de trabajo?
-No sé -replico malhumorado-, decíme vos, que parecés saber todo.
-Imagináte… -comienza a decir pero se interrumpe-, mejor hagámoslo.
-¿Qué?
-Hagámoslo -dice mi otro yo-. Vení a pedirme trabajo.
-Estás loco -me digo-. Estamos locos- me corrijo.
-Dale -insiste mi otro yo. Cambia la actitud- ¿Qué desea?
Me siento ridículo pero balbuceo:
-Buenos días.
-Buenos días. ¿Qué necesita?
-Quería buscar trabajo, aquí, en el diario.
Mi otro yo me dirije una corta mirada.
-¿Es periodista? -me increpa.
-Ehh, no.
-¿Entonces?
-Bueno… pero… yo… escribo…
-¿Escribe? -me clava sus ojitos maliciosos-, Todo el mundo escribe. Mi mamá escribe. El sastre escribe. El carnicero escribe. Hoy en día todo el mundo anda alfabetizado. Pero no por eso les puedo dar trabajo a todos. Imagínese.
La carcajada me mata.
-¿Ves? -me digo exasperado, abandonando la parodia-. ¿Para qué me metés a pedir trabajo si ya sabía la respuesta?
-Bueno. Porque tengo una propuesta.
-¿Una propuesta? -repito con una esperanza absurda-. ¿Qué tipo de propuesta?
En definitiva consiste en lanzar una columna cada dos días. Quinientas palabras. Retratar el mundo como lo veo, desde mi propio periódico.
Y que los suplementos de La Nación y Clarín se aguanten.
El día amanece, como tantos, en un desperezo de niebla y humedad. Amenaza ser uno más, en una Argentina convulsionada y errante, que en cuarenta años insiste en no mejorar demasiado. Cuarenta años, que no son muchos, pero no son tan pocos.
Me levanto, miro por la ventana que todavía no ha amanecido y me prometo a mí mismo no reflexionar demasiado. Los balances al carajo, me digo. Lo que hice o dejé de hacer, no me importa ni a mí. Si ni siquiera a mi me interesa mi vida privada.
Pero hoy cumplo cuarenta…
Me resisto en mirar el espejo en busca de arrugas, y salgo, del baño y de casa rumbo a mi rutina cotidiana. Claro que tengo que sortear autopistas cortadas, paros de subtes, campañas testimoniales (¡Cómo me gusta la palabra “testimonial”!), el partido Barcelona-Manchester, todo por el trabajo.
El trabajo a los cuarenta… no vamos a hacer balances, eso si que no, pero… ¿no es hora de hacer un balance al menos respecto del trabajo.
No, me digo. Eso si que no. Lo único que falta… Después de todo, soy lo que quise ser. Hice lo que quise hacer. Sin balances, pero está bastante bien…
Si, claro, vuelvo a decirme, pero… ¿no falta nada? Nada.
-¿Nada? -mi otro yo me interrumpe los pensamientos-. ¿Seguro que nada?
-Nada -insisto convencido, casi enfático, mientras camino hacia la oficina.
Porque hace tiempo (me duele admitir que hace tanto tiempo) me propuse ser más o menos lo que soy. Y cumplí conmigo mismo.
-¿Estamos seguros? -mi otro yo me interrumpe una vez más.
-Claro que estamos seguros. Y vos lo sabés mejor que nadie.
-Hmm.
-¿Qué significa es hmm?
-Que si yo lo supiera no te interrumpiría.
Eso es discutible, porque mi otro yo siempre interrumpe. Siente culpa cuando no debería, recuerda lo que yo quiero olvidar, y añora cosas que ni siquiera me permito considerar. Pero todo eso no viene al caso. Prefiero seguir con mis pensamientos.
-¡Ahí tenés!
Ufff. Mejor atender al molesto porque sino no avanzo más.
-¿Qué queda pendiente?
-Vos sabés… -dice mirando para otro lado.
Ahora que tiene toda la atención se hace rogar.
-Dale, hablá.
-Está ese temita…
-¿Cuál temita?
-El del periodismo… -dice y larga una carcajada malévola.
Periodista. Tiene razón. Siempre quise ser periodista. Pero ya es tarde, me digo con cierta tristeza. Todo no se puede.
Retratar el mundo, lanzar el mensaje, delinear la época. Me hubiera gustado todo eso. Pero es tarde.
-¿Tarde? -me digo.
-Es tarde -me contesta mi otro yo-, y los dos lo sabemos.
-¿Por qué tarde?
-Y… -se apresura a contestar el cretino-, ¿te imaginás ahora, a los cuarenta, buscando trabajo en un diario? ¿Cómo sería la entrevista de trabajo?
-No sé -replico malhumorado-, decíme vos, que parecés saber todo.
-Imagináte… -comienza a decir pero se interrumpe-, mejor hagámoslo.
-¿Qué?
-Hagámoslo -dice mi otro yo-. Vení a pedirme trabajo.
-Estás loco -me digo-. Estamos locos- me corrijo.
-Dale -insiste mi otro yo. Cambia la actitud- ¿Qué desea?
Me siento ridículo pero balbuceo:
-Buenos días.
-Buenos días. ¿Qué necesita?
-Quería buscar trabajo, aquí, en el diario.
Mi otro yo me dirije una corta mirada.
-¿Es periodista? -me increpa.
-Ehh, no.
-¿Entonces?
-Bueno… pero… yo… escribo…
-¿Escribe? -me clava sus ojitos maliciosos-, Todo el mundo escribe. Mi mamá escribe. El sastre escribe. El carnicero escribe. Hoy en día todo el mundo anda alfabetizado. Pero no por eso les puedo dar trabajo a todos. Imagínese.
La carcajada me mata.
-¿Ves? -me digo exasperado, abandonando la parodia-. ¿Para qué me metés a pedir trabajo si ya sabía la respuesta?
-Bueno. Porque tengo una propuesta.
-¿Una propuesta? -repito con una esperanza absurda-. ¿Qué tipo de propuesta?
En definitiva consiste en lanzar una columna cada dos días. Quinientas palabras. Retratar el mundo como lo veo, desde mi propio periódico.
Y que los suplementos de La Nación y Clarín se aguanten.
¡Feliz cumple!
ResponderEliminar¡Que buen texto! Ahora, si de ese tenor fueran las preguntas de "balance" que me hago antes de un cumpleaños, ¡qué vida relajada!
Será porque no todo lo que hago es lo que me gustaría. Igual, creo que aún podría cambiar mi historia.
¡Qué bueno! ¡Un blog testimonial!
ResponderEliminarLo seguiré...
Respetos.
Natalio
Perdón, ya pasaron más de dos días y no hay nada por aquí. Quizás por eso ud. no podría ser periodista, de Clarín o la Nación ya lo hubieran hechado (o hubiera salido el suplemento sin su columna).
ResponderEliminarRespetos.
Natalio
Gracias Cecilia. ¡Qué bueno es tener una amiga dispuesta a leer estas cosas! Gracias por estar.
ResponderEliminarNatalio:
ResponderEliminarVaya por parte y siga el blog. El primero podía esperar. Los que cuentan son los actuales... No van a pasar más de dos días...