domingo, 10 de enero de 2010

La casa



Una columna es un servicio. En sentido estricto.

Si tenemos en cuenta la actualidad palpitante que tienen los créditos hipotecarios en nuestro país, resulta casi imprescindible dar un consejo a los postulantes a la ayuda económica.

Un párrafo para contar la historia. Cuando allá lejos y no hace tanto, quise tener mi casa, no tenía ni un solo peso. Pedí un crédito por la casi totalidad de la casa y el banco no quería otorgármelo. El gerente alegaba que le parecía una locura. Entonces le mandé una carta, que llegó al directorio, y que según el remiso gerente, cambió el destino de mi crédito. En la carta, cuyo texto puede usarse en casos similares, le decía lo siguiente:

“Una casa es pasta en el alba, para transformarse por la tarde en libro de recuerdos”. Con estas palabras de Saint Exupéry comienza algún libro sus recuerdos acerca de una familia y de una casa. Con las mismas palabras comienzo yo un recuerdo que tiene la particularidad de versar sobre el futuro. En la mañana recuerdo la tarde, con la ventaja de no tener que sujetarme al rígido esquema de lo que ya sucedió, con la maleabilidad de la ilusión, con la incertidumbre del futuro.

Una casa encierra un proyecto, y la planificación de la casa constituye el proyecto del proyecto. Y cada paso, en aras del fin es un trecho ganado a la incertidumbre, constituye la victoria del “es” respecto del “puede ser” y, sobre todo, del “podría haber sido”.

Sin embargo debo reconocer que la ilusión, respecto de la casa tiene la relación de lo imperfecto respecto de lo perfecto. Cuando llegue lo perfecto, la casa, lo real, cesará lo que es imperfecto, el plano, la ilusión. Sin embargo debo disfrutar a pleno cada paso de lo imperfecto hacia lo perfecto.

¿Y que promete la casa a mi ilusión? Amaneceres rebosantes de buenos propósitos, largos mates disfrutando las heladas, conversaciones perdidas y demoradas, salidas presurosas y añorantes, mediodías en que impere la luminosa idea del asado, del fútbol y del vino, crespúsculos rojizos entremezclados con el humo de mi pipa y trémulas noches llenas de estrellas. (desde mi casa veré las estrellas).

El horizonte será parte de la casa y compartirá largas tardes de estudio, regalando su consuelo cuando levante la vista. Y si mi atención se olvidara distraída y vagara por el más allá podría distinguir siluetas infantiles correteando en el jardín, seguidas de cerca por caninas exclamaciones.

Puedo ya predecir risas tintineantes y llantos desolados, descolgados gritos y prolongados silencios, apresurado ladridos y aislados maullidos (habrá maullidos), sordas peleas y fulminantes retos. La guerra y la paz. Todo lo que implique la vida familiar. Todo lo que Dios quiera que implique la vida.

Porque la casa implica, casi por cierta necesidad, la certeza de un proyecto. Que de tan cierto no parece revestir la naturaleza de un proyecto. Pero es un proyecto: un proyecto que depende de usted.

Atentamente.

(En este punto correspondería agregar la firma)

1 comentario:

  1. Y lo echaron al gerente? o presentó un amparo?

    Respetos hipotecarios.

    Natalio

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